
Por Antonio Arjona
Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada. Tras el delicado olor de su presencia he oído como se cerraba la puerta del sótano. Quisiera ir y sumergirme en el agua oscura de sus ojos. Pero cómo arriesgarme a perder la otra mano y con ella, la remota posibilidad de poder acariciar su pelo.